Historiografía antigua.
Todas las comunidades humanas que duran en el tiempo construyen una historia que rememora los hechos y las victorias de sus antepasados y que desempeña la función de una genealógica colectiva. Los mitos históricos nacen justamente de las incertidumbres e inseguridades de los primeros estadios de esta historia. Los principios de la historia escrita están ligados a la justificación del estado monárquico por el doble camino de señalar su origen sagrado e identificarlo con el pasado de la humanidad. Los textos históricos más antiguos que se conocen son las listas y las crónicas de los reyes, como las que los sacerdotes sumerios guardaban en los templos, donde se explicaba como la realeza bajó de los cielos, en el mundo mesopotámico existen las denominadas crónicas de Babilonia, que se supone derivadas de los diarios sacerdotales en los que se anotaban los sucesos astronómicos y meteorológicos más destacados.
En el caso de la historiografía griega, que la cultura europea considera como un inicio absoluto y universal, es preciso tener en cuenta que surgió en un contexto político muy distinto a l de las monarquías de Oriente, como era el de las pequeñas ciudades-estados oligárquicas y mercantiles. Pero los historiadores y dramaturgos griegos que, después de las guerras contra Persia, habían elaborado la imagen del bárbaro y la contraposición entre la libertad griega y el despotismo asiático simplificaron demasiado la realidad. Heródoto de Halicarnaso, nació en una ciudad de Asia menor, que estaba entonces bajo el dominio de los persas. Su historia, una denominación que aparece por primera vez como título de una obra, comienza con esta declaración de propósitos "esta es la exposición de los resultados, de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que con el tiempo los actos humanos queden en el olvido"
El ateniense Tucídides, era unos veinticinco años más joven que Heródoto y pertenecía a una rica familia aristocrática de origen tracio. En cuatrocientos treinta y uno, al iniciarse la guerra entre Atenas y Esparta, que duraría hasta cuatrocientos cuatro, comenzó a escribir su historia, que dejaría inacabada, en el libro octavo, en que narra los acontecimientos del verano de cuatrocientos once, no sabemos cuando murió exactamente, ni si eso sucedió en Atenas o en Tracia, donde estaban las minas de las que provenía su fortuna. Entre sus limitaciones cabe destacar la estrechez de miras de su visión localista frente al universalismo de Heródoto y el hecho de que se ciña a los tiempos inmediatos, entre sus virtudes la pretensión de exactitud, el carácter laico de sus explicaciones, de las cuales se ha eliminado cualquier atribución a la providencia.
El más conocido de los diversos continuadores de Tucídides es Jenofonte, que escribió acerca de las más diversas materias, pero que tienen un interés limitado, como historiador. Nacido en Atenas, de una familia distinguida, fue discípulo de Sócrates y participó en los últimos momentos de la guerra del Peloponeso, luchando en la caballería. Era de ideas políticas conservadoras y, como no se sentía a gusto en una Atenas que había vuelto a la democracia, abandonó Grecia en cuatrocientos uno a.C. La historiografía griega de los dos siglos que van de Jenofonte a Polibio puede decirse que nos es desconocida, ya que sus textos se han perdido y no queda sino "un campo de ruinas" formados por fragmentos citados por autores posteriores .La obra fundamental de Polibio es su historia, de cuyos cuarenta libros se conservan los cinco primeros completos, largos extractos del VI al XVIII y fragmentos de otros. Polibio tiene para el lector moderno el interés que le da su conciencia de la naturaleza de la tarea del historiador, definida en un programa de historia que implica tres componentes, que son también, tres etapas del trabajo: 1° estudios de documentos, con el fin de establecer los hechos con veracidad. 2° investigación sobre el terreno, para estudiar el escenario donde ha sucedido aquello que se relata. Y 3° conocimiento directo de las practicas políticas, sin el cual resultan poco inteligibles los acontecimientos. Después de Polibio entramos ya en tiempo de la dominación romana, en una cultura donde se mezcla el compromiso con Roma con la nostalgia desligada del presente.
La cultura de Diodoro de Sicilia, autor de la biblioteca histórica que relataba los acontecimientos universales, comenzaba con un primer libro dedicado a Egipto y un segundo a Asia, desde los tiempo mitológicos, hasta el sesenta a.C. y que nos interesa sobre todo por los textos perdidos que cita. La historiografía en lengua latina nació hacía el siglo II a.C. pese a que los sacerdotes se encargaban de mantener un registro de los acontecimientos del año en las denominadas "crónicas pontificias", reunidas posteriormente en los annales maximi, que daban una trama de referencias cronológicas de nombramientos de cónsules. Tito Livio sería el primero de los historiadores del imperio. Nacido en Padua, fue a Roma para escribir su gran "historia de Roma desde su fundación", que había de relatar los hechos de los romanos desde sus orígenes míticos,
Más valorado que Livio hoy, y considerado como el mayor historiador de Roma, es Tácito, de cuya vida sabemos poco, aunque nos consta que pertenecía a una familia aristocrática y que ocupó cargos importantes en la administración, hasta llegar a procónsul de Asia. Tácito no se limita a narrar sucesos como Tito Livio. Quiere hacer una obra de reflexión a la manera de Salustio, destinada a la lectura y no a la recitación. Un reflejo de menor escala de Tácito lo tenemos en Suetonio, era un abogado mediocre que consiguió que lo nombraran bibliotecario y, más tarde, responsable general de la cancillería del emperador Adriano. El continuador de la historiografía clásica sería Amiano Marcelino el último de los grandes historiadores del imperio romano, quien escribió unas historias que continuaban las de Tácito a partir del punto en que este las había dejado.
Comentarios
Publicar un comentario