La ruptura de la tradición clásica.

 El primero de los historiadores musulmanes, Al Tabari, era precisamente un experto en el estudio de los hadiths, que, junto a su comentario del corán, escribió una historia de profetas y de reyes, o sea una historia universal desde la creación del mundo hasta el año novecientos quince de nuestra era, ordenada cronológicamente. El segundo de los grandes nombres de la historiografía musulmana, Al Masudi, era un chiíta nacido en Bagdad, que recibió una buena educación y viajó mucho, a quien se le ha comparado con Heródoto por la amplitud de sus intereses científicos y por el hecho de combinar geografía, etnología e historia. Se ha dicho que Al Masudi habría sido "el primer historiador musulmán árabe que aplicó los principios del método científico y sobre todo del conocido razonamiento filosófico al estudio de la historia.

Por aquel entonces se estaba empezando a producir la asimilación del pensamiento griego con, al-Farabi, que culminaría más adelante con el cordobés Ibn Rushd o Averroes en el cual hallamos una teoría de la evolución de las ciudades y de sus sistemas políticos que recuerda a Polibio. El punto más alto de la historiografía musulmana se alcanza con Ibn Jaldun, nacido en Túnez de una familia de origen andalusí. Ibn Jaldum representa a la vez la cima y el momento final de la evolución del pensamiento historiográfico musulmán, de los historiadores musulmanes de la India medieval, por ejemplo, se ha dicho que se limitaban a narrar los hechos de los soberanos y de los ministros y que "jamás se les habría ocurrido ir a comer a la cocina como se supone que hace el historiador económico y social.

La mayor continuidad con el mundo clásico helenístico había de darse en teoría de Bizancio, es decir en el imperio romano de Oriente, que seguía utilizando literalmente la lengua griega según los modelos antiguos. Por más que invocasen a Heródoto o a Tucídides, mucho menos leídos en realidad que Plutarco, los historiadores bizantinos se limitaban a narrar los acontecimientos de su tiempo en forma crónica e de biografía, a menudo apologética, de acuerdo con unas coordenadas de providencialismo cristiano que excluían cualquier intento de análisis social. Entre los más interesantes hay que mencionar a Procopio de Cesarea, autor de obras de historia oficial de Justiniano, como las sas, los vándalos y los ostrogodos y los edificios que hablan de las construcciones públicas hechas por el emperador

El otro gran nombre de la historiografía bizantina es el de Miguel Psellos, político y hombre de letras de grandes conocimientos, que nos dejó una cronografía que narra los sucesos de los años que van desde el novecientos setenta y seis hasta el mil setenta y ocho. El legado que los historiadores bizantinos dejarían al despertar de las nueva historiografía del renacimiento sería sobre todo, la aportación de informaciones y manuscritos que enriquecerían el escaso conocimiento directo que se tenía en el occidente medieval de la literatura griega. Establecer la veracidad de los hechos tal como lo entendemos hoy, era de una interés secundario para los historiadores cristianos. Casiodoro fue el primero en escribir una historia de los godos, pero su obra se ha perdido, aunque parece ser que fue resumida y adaptada en de De origine actibusque 

Gregorio de Torus, obispo y miembro de una vieja familia senatorial, escribió una historia de los francos donde se proponía "describir las luchas de los reyes con las naciones contrarias, la de los mártires con los páganos, la de las iglesias con los herejes". Gregorio, este " Heródoto de la barbarie", escribe en un latín precario las cosas que ha visto, oído o vivido, y nos habla de unos tiempos llenos de crímenes de los magnates o de los clérigos. En Inglaterra la historia comenzó con Gildas, un monje del siglo V, de cuya persona y vida no sabemos nada , que escribió De excidio Britanniae, hacia cuatrocientos setenta y nueve/cuatrocientos ochenta y cinco, donde mostraba las desgracias que había padecido la isla después de la marcha de los romanos y de su conquista por los sajones

El último de los grandes nombres de esta historia bárbara es Pablo el Diácono, hijo de una noble familia lombarda, educado en la corte de Pavia. A esta serie de los "narradores de la historia bárbara" podría añadirse, aunque corresponda a una época más tardía, el islandés Snorri Sturluson, autor de "una historia de los reyes de Noruega" que el mismo nos dice que ha basado en parte en "las listas genealógicas en que los reyes y otros grandes se han fijado en su ascendencia paterna, y en parte ha sido transcrita de los viejos cantos y los poemas épicos cuya recitación constituían una especie de diversión. Con el auge del feudalismo surgiría en la Europa occidental una nueva historiografía <<caballeresca>> el resultado serán las historias de las cruzadas. La visión del mundo elaborada por la iglesia y nobleza que establecieron la teoría de los tres ordenes buscaba una pretensión de división social.

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